viernes, 17 de julio de 2009

Entrevista a un zombi



- ¿Cómo se llama?
- Me llamaba y me llamo Johannes.

- ¿Le siguen llamando así?
- Claro. No me voy a cambiar de nombre, ¿no? Bueno,..

- ¿Quiere decir algo más sobre su nombre? Le veo dubitativo.
- Ahora me llaman Risi. ¿Sabe por qué?

- Creo que hay una marca de gusanitos, esos snacks salados, que se llama Risi.
- Exactamente. Por eso me llaman así.

- ¿Cuántos años tiene?
- Tengo 56.

- Y, ¿cuando murió?
- Morí con 56 y sigo teniendo los mismos. Los zombies no avanzamos en edad. Morí de cáncer de pulmón.

- Vaya. Pues voy a apagar mi cigarrillo.
- Haga lo que quiera. Usted tiene delante ahora mismo la imagen de los pulmones de un fumador muerto de cáncer.

- Sí. Lo voy a apagar inmediatamente. ¿Tenía hijos o esposa?
- Oiga, no quiero ofenderle, pero me está tratando como si estuviese muerto.

- Perdone, es que lo está. Siento mi poco tacto, pero es que es así.
- No, perdone. Un muerto no habla, y yo estoy siendo entrevistado por un periodista que es usted.

- ¡Ahí me ha dao! Le preguntaré sobre cosas más actuales.
- Gracias. Es que los zombis estamos hartos de que nos pregunten solo por el pasado. Tenemos vida, ¿sabe?

- Entonces, cuénteme, ¿cómo es su día a día?
- Pues como cualquier otra persona intento llevar un orden. Me levanto por la mañana, limpio el polvo de mis jarrones de flores, mi lápida, me ajusto la corbata, lo normal.

- ¿Qué hace después?
- Me dirijo a la fuente y me lavo la cara, me peino el cabello. Lo que me queda de él. Y luego doy un paseo por el cementerio, me siento al sol, pero solo un ratito, porque los efectos del sol sobre la carne podrida...

- Agggg
- Se imaginará que no son muy agradables.

- Y tanto que no. Ejem. Veo que sus actividades no difieren mucho de las de cualquier persona.
- Ya estamos. Es que somos personas.

- Claro. Perdóneme. Sigamos. ¿Tiene amigos? ¿Qué hacen los zombis para pasarlo bien?
- Lo que más nos gusta es asustar a la gente. Suena mal pero es la verdad. Cuando vemos a una maruja postrada ante la tumba de un colega nuestro, nos acercamos a ella dos o tres zombis, gemimos y nos morimos de la risa. Jajajajaja

- Yo no le veo la gracia. Me suena a broma muy pesada. Cruel, incluso.
- Somos zombis. ¿Qué quiere que le diga? Es lo que se espera de nosotros.

- No es una excusa razonable. En fin. La siguiente pregunta que voy a hacerle puede resultar peliaguda, pero tengo que hacérsela.
- Adelante.

- ¿Es verdad que comen carne humana?
-Sí.

- ¿Se ha comido a alguien conocido?
- Es, en efecto, una pregunta peliaguda, pero es una oportunidad para explicarnos correctamente. Los zombis somos como los leones. Si estamos hambrientos somos peligrosos. Si no, nos dedicamos a otra cosa.

- Como asustar viudas.
- Exactamente.

- ¿Está hambriento ahora?
- No. He comido a las tres. Hace poco.

- ¿A quién se ha comido hace tan sólo cuarenta y cinco minutos?
- He ido al parque. Había un borracho durmiendo la mona. No se ha dado ni cuenta cuando le he destripado.

- ¿Estaba bueno?
- Sí. Es como carne licorizada. Muy buena. Ya la probará.

- Perdone. Es que lo que cuenta es muy impactante.
- No se alarme. Creo que a ese borracho le he hecho un favor. También a la sociedad.

- Sigamos. ¿Es verdad que los mordidos por un zombi se convierte en uno de ellos?
- Sí, y cada vez somos más. No hay suficiente sitio en los cementerios. Tendrían que construir más. ¿Podría pedírselo al alcalde? Ese que va en el mercedes blanco, con una barriga que no le deja agarrar el volante.

- Intentaré transladarle su petición.
- O si no, me lo comeré. Jajajaja

- Vayamos a temas más alegres. ¿Tiene novia?
- ¡¡Sí!! Bueno... quiero tener. Es una zombie preciosa, la han enterrado hace cuatro días. Aún no se ha descompuesto. Tiene la piel verdosa, transparente, sin manchas. Un ángel.

- ¿Ha salido de la tumba la chica?
- Sí. Pero va con las de su edad. Las que llevan pocos días enterradas. Yo llevo aquí casi un año.

- ¿Hay algún momento en el que un zombie desaparece por completo?
- Sí. Lo hay. Cuando estás demasiado podrido, las extremidades se descuelgan, ya no puedes salir más de tu tumba hasta que te conviertas en polvo.

- Qué final tan lento, ¿no?
- Es horroroso. Intentamos ayudar a los colegas que están en esa fase. Vamos a su hoyo, le cantamos, le damos un brazo fresco para comer. Cosas así.

- Parecen más solidarios que los que estamos vivos.
- Sin duda. En nuestro mundo, no existen muchos de los vicios que sí hay en el de los vivos. Como el dinero, la posición, el qué dirán, los complejos, no sé. Tantas cosas. Todo es, ¿cómo diría? Más natural, más humano. Se comparte todo, se ayuda al que lo necesita. Marchamos siempre en grupo. Avisamos cuando hay comida a la vista.

- Casi que me dan ganas de ser zombi cuando me haga viejo y esté a punto de morirme.
- Puede ser zombi esta misma noche si quiere. Hay unas mozas enterradas que son una delicia. Al despertarse por primera vez como zombis están desconcertadas, pero ahí es donde uno aprovecha, y les enseña el cementerio, las costumbres, le presenta gente.

- ¿Existen Dios o el diablo?
- Yo no los he visto nunca.

- ¿Por qué estamos aquí?
- Los humanos estamos en la Tierra para ser el alimento de otros. De este modo, los hombres son el alimento de los zombis.

- Se me había olvidado ese detalle. No sé si podría comerme a un humano.
- ¿Nunca le ha dicho a una mujer que se la comería a bocaos?

- Sí.
- Pues siendo zombi, lo puede hacer de verdad. Y le digo que es muy excitante. Es algo fuera del alcance de un humano, pero para nosotros, es todos los días.

-Eso sí que me gustaría. Comerme a todas las que me han rechazado.
- Así me gusta que hable. Pero primero, usted tiene que convertirse en uno de nosotros.

- No sé si estoy preparado.
- ¡Yo sí!

En ese momento, el hambriento zombi se abalanza sobre el periodista y mientras el carnívoro debora sus tripas, el todavía vivo redactor ve como el otro disfruta. Con los intestinos brotando de su boca el zombi dice:

¡Qué tontos sois! Siempre picáis. Por la avidez de publicar una entrevista con un zombi, os jugáis la vida. Cuando os respondo que como carne humana, no salís corriendo. Os quedáis ahí, con los minutos de vida contados. Antes de que te mueras del todo, te diré que no te vas a convertir en zombi, para eso tendría que haberte mordido solamente. Sin embargo mis colegas y yo, nos vamos a comer hasta el último de tus tendones.

- ¡Hey! ¡Venid aquí! -llama el zombi agusanado a sus compañeros de cementerio.

El periodista, en su último soplo de vida, mira a su alrededor. La sangre pegajosa es un charco negro que desprende un olor dulzón y repulsivo. Un segundo antes de morir, comprende la levedad del ser.

"Entrevista a un zombi" ha dado lugar a un corto dirigido por Pablo Jordán. Aquí puedes ver el tráiler.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

sencillamente genial, fresco y con moraleja, escribe mas con este toque de ironia humoristica, con fondo filosofico.

L. K. dijo...

Gracias, los zombies siempre me han parecido muy interesantes.